PASÓ EL TIEMPO DE NAVIDAD... ¿Y?


Hemos iniciado un año más, y la oportunidad que tenemos para vivirlo intensamente no debe pasar desapercibida por ninguno de nosotros. 

Haciendo un "recuento" de las Fiestas litúrgicas que hemos celebrado, tenemos mucha "madera" para cortar: 

- El Adviento, esas cuatro intensas semanas de preparación al nacimiento del Salvador, nos invitaron a "enderezar los senderos", y a recordar que el Señor vino, viene y... vendrá... 
- El tiempo de Posadas nos hizo caer en la cuenta de que es necesario "abrir las puertas" de nuestra mente y de nuestro corazón a Jesús, y a sus padres, que buscan un lugar apropiado... 
- En Navidad, junto a los ángeles cantamos el "Gloria", y con los pastores alabamos a Dios, que ha nacido para salvarnos... 
- Con la Solemnidad de Santa María, Madre de Dios, honramos a nuestra Señora, y la recordamos asociada a la Santísima Trinidad como Hija del Padre, Madre del Hijo y Esposa del Espíritu Santo...
- En la Sagrada Familia, contemplamos el "modelo" de nuestra célula esencial humana, y con el ejemplo de Jesús, María y San José, nos sentimos llamados a vivir auténticamente los valores de la unidad, de la responsabilidad, y de la armonía familiar... 
- Con la Epifanía, y en la figura de los sabios de Oriente, ofrecemos al Señor nuestros dones, y le reconocemos y honramos como verdadero rey, como verdadero Dios, y como verdadero hombre... 
- Finalmente, con la Solemnidad del Bautismo de Jesús, recordamos otra Epifanía del Señor, su "darse a conocer" como el Hijo amado de Dios, ante Juan el Bautista, y con ella cerramos el tiempo litúrgico de la Navidad... 

 Todo este "kairós" (este "tiempo favorable"), este "lapso de gozo" no debe echarse al olvido. 

Los frutos que el Nacimiento de Jesucristo nos han dejado deben traducirse en vida cristiana, comportándonos a la altura y sintiéndonos comprometidos para ser mejores padres de familia, mejores hijos, mejores estudiantes, mejores trabajadores, mejores gobernantes, etc. 

 La alegría festejada debe llevarnos a la lucha esforzada. El gozo que hemos experimentado debe nutrir nuestra vida para dedicarnos, como se debe, al anuncio feliz del Evangelio...

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