Falleció Mons. Samuel Ruiz García

Nuestra Nación Mexicana ha dado un sentido adiós a uno de sus más grandes defensores de la justicia y de la paz, sobre todo en favor de los más pobres y necesitados.

Mons. Samuel Ruiz García, Obispo Emérito de San Cristóbal de las Casas, emblema supremo de la “teología de la liberación indígena” falleció la mañana del 24 de enero en la Ciudad de México a los 86 años de edad.

El Obispo Emérito sufría de diabetes y problemas cardíacos desde hace algunos años, y el 14 de enero de este año había sido internado en la unidad de cuidados intensivos del hospital Ángeles del Pedregal.

Nació en Irapuato, Guanajuato, el 3 de noviembre de 1924. Fue ordenado sacerdote el 2 de abril de 1949 y consagrado Obispo de San Cristóbal de las Casas (Chiapas) el 25 de enero de 1960.

Después de casi 40 años de gobernar eclesiásticamente la diócesis más pobre del País, el Papa Juan Pablo II aceptó su renuncia al cargo el 13 de marzo de 2000, 4 meses después de cumplir los 75 años (edad canónica para las dispensas eclesiásticas de este tipo).

Durante su gobierno pastoral, el Prelado se convirtió en una figura “polémica”. Elogiado por los seguidores de la teología de la liberación como modelo de defensa de los pobres, Mons. Ruiz atrajo la crítica de la Santa Sede y de numerosos obispos mexicanos por su posición a favor del “sacerdocio casado” y su apoyo a la “teología indígena”.

El Obispo la definía como algo que “nace al interior de un contexto de opresión. No fue sólo una conquista violenta de esta tierra por parte de España: también la religión, como la supremacía política, viene impuesta”.

En 1999 y tras una visita de Juan Pablo II a nuestro País, la Arquidiócesis de Ciudad de México dio a conocer un documento anunciando la condena del Pontífice a la teología indígena, como derivada de la teología marxista de la “liberación”.

El documento, publicado poco menos de un año antes del retiro de Mons. Ruiz, decía que “la teología indígena, además de no ser “ortodoxa”, puede deparar muchos males a los indígenas. La condena papal intenta defender a los indígenas de estos males; es una expresión del amor y solicitud del Papa los indígenas”.

El documento recordaba además que “la conexión entre la teología de la liberación y la teología indígena fue señalada por el (entonces) Cardenal Ratzinger (ahora Benedicto XVI) en la reunión con los responsables de las comisiones de Doctrina de la Fe de las Conferencias Episcopales de América Latina, celebrada en la Ciudad de Guadalajara del 6 al 11 de mayo de 1996”.

En los últimos años de su labor pastoral a finales de los noventas, el Obispo se convirtió en blanco de críticas de diversos sectores, especialmente gubernamentales, por una supuesta simpatía con el movimiento guerrillero conocido como “Ejército Zapatista de Liberación Nacional” (EZLN) que lanzó una ofensiva armada en Chiapas en 1994.

Poco después del levantamiento, el Prelado fue nombrado “Presidente de la Comisión Nacional de Intermediación” (CONAI); pero el apoyo de los Zapatistas a Mons. Ruiz y las críticas del gobierno pusieron en cuestión su independencia en 1998.

Mons. Ruiz fue sucedido en el gobierno pastoral de la diócesis el 1 de mayo de 2000 por Mons. Felipe Arizmendi, actual Obispo de San Cristóbal.

Este lunes, 24 de enero, a las 3:00 p.m. se celebró una Misa de cuerpo presente en el Centro Universitario Cultural de México (CUCM) en su honor.

Descanse en paz.


(Fuente: Aci Prensa)

Ejercicios Espirituales para Niños 2011

Queridos Catequistas:

Como cada año, la Sección Diocesana de Evangelización y Catequesis propone un Subsidio apropiado para vivir los Ejercicios de Cuaresma para Niños.

En esta ocasión, en acuerdo con todas las Comisiones y Secciones Diocesanas, seguiremos el esquema que propone la Vicaría Diocesana de Pastoral, pero tomando en cuenta una adaptación necesaria y conveniente, según nuestra metodología y destinatarios. Desarrollaremos, en cinco temas, la parábola del "hijo pródigo" (Ver Lc 15, 11 - 32).

DE REGRESO A LA CASA DE MI PADRE DIOS

Tema 1: Un hijo se fue de su casa...

En este primer tema se presentará la situación inicial del hijo que vive en su familia, sin pasar necesidad; por otro lado, la libertad y voluntad que el hijo ejerce para apartarse de la casa de su padre.

Tema 2: Lejos de su padre, sufrió mucho...

En este segundo tema se verán las lamentables consecuencias de sus actos; cómo el hombre, lejos de Dios, sufre y pasa necesidad.

Tema 3: Arrepentido, decidió volver...

Es el contenido central de los Ejercicios de Cuaresma, el que más desarrollará el tema de la conversión. Se verá cómo es importante tomar la decisión (sea cual fuere el motivo que le hizo alejarse) de volver a la casa del Padre.

Tema 4: Su padre salió a su encuentro, lleno de gozo...

En este cuarto tema se verá al padre, siempre paciente, siempre expectante, todo amor y misericordia. Se pondrá énfasis en la iniciativa de Dios por salir al encuentro del hombre, luego de que éste se decide regresar, y cómo le devulve su dignidad.

Tema 5: ¡Y se hizo una gran fiesta!


Es el tema final, y en él se verán los "lugares" donde se da este "Encuentro". La vida nueva del hijo que retorna y su nueva situación familiar.

Incluiremos, también, a modo de celebraciones que pueden hacerse según convenga, un Viacrucis para niños y una Celebración Penitencial.

Esperamos brindarles muy pronto este Subsidio, y que cuando lo tengan, les resulte apropiado.

Sección Diocesana de Evangelización y Catequesis

Santa Inés

El día de hoy, 21 de enero, celebramos la memoria de una gran mujer, Virgen y Mártir: Santa Inés, Patrona de la Pureza.

Escuchemos ahora, en archivo de audio, una breve reseña de su vida:



En su honor, también festejamos a un gran colaborador de esta Sección Diocesana:
Sr. José Inés Flores De la Cruz.
¡Muchas felicidades!

¡Muy pronto contaremos, Dios mediante, con un nuevo Santo!


Tras un prudente tiempo de investigaciones, el Papa Benedicto XVI ha aprobado, finalmente, el milagro que determina que S.S. Juan Pablo II puede ser venerado en los altares.

Desde que "el Papa Grande" falleció el pasado 2 de abril de 2005, voces de todo el mundo vitoreaban: "¡Santo súbito!" ("¡Santo ya!"), solicitando así su pronta exaltación como "Beato".

Pese a que han transcurrido más de cinco años de su fallecimiento, puede decirse que Juan Pablo II será considerado modelo para los fieles en "tiempo récord", y es que su proceso de beatificación contó con dos facilidades:

1. La dispensa que Benedicto XVI extendió sobre los "cinco años" que el derecho canónico estipula como "espera" para iniciar cualquier proceso de beatificación.
2. El canal "preferencial" que se dio a este caso. Desde el 28 de junio de 2005 iniciaron las investigaciones en la Diócesis de Roma sobre la vida y virtudes de Karol Wojtila.

El 19 de diciembre de 2009, Benedicto XVI proclamó las "virtudes heróicas" de Juan Pablo II, declarándolo así "venerable".

Sólo faltaba comprobar un milagro atribuido al Papa, así que durante 2010 la Sede Apostólica estuvo investigando el caso de la Monja francesa Marie Simon Pierre Normand, del Instituto de las Pequeñas Hermanas de la Maternidad Católica, enferma antes del mal de Parkinson y curada milagrosamente bajo su intercesión.

El 14 de diciembre de 2010 los teólogos peritos dieron su parecer positivo, y el 11 de enero de 2011 los Obispos y Cardenales asignados.

Hoy, el Papa Benedicto XVI ha ratificado el milagro, y se ha declarado el día 1 de mayo de 2011, luego de seis años y treinta días, para hacer la celebración requerida y proponer a Juan Pablo II como Beato.

Con este hecho, el "Papa Grande" ha superado en tiempo incluso el proceso de beatificación de la Hermana Teresa de Calcuta, quien a los seis años y dos meses fue ascendida a los altares.


Audiencia del Santo Padre (5 de enero de 2011)

Queridos hermanos y hermanas:

Me alegra acogerlos en esta primera audiencia general del año nuevo y de todo corazón les expreso mis mejores deseos a ustedes y sus familias. Que el Señor del tiempo y de la historia guíe nuestros pasos por el camino del bien y conceda a cada uno abundancia de gracia y prosperidad.

Todavía envueltos en la luz de la santa Navidad, que nos invita a la alegría por la venida del Salvador, hoy estamos en la víspera de la Epifanía, en la que celebramos la manifestación del Señor a todos los pueblos. La fiesta de la Navidad fascina hoy igual que en otros tiempos, más que otras grandes fiestas de la Iglesia; fascina porque de algún modo todos intuyen que el nacimiento de Jesús tiene que ver con las aspiraciones y las esperanzas más profundas del hombre. El consumismo puede distraer de esta nostalgia interior, pero si en nuestro corazón tenemos el deseo de acoger a ese Niño que trae la novedad de Dios, que ha venido para darnos la vida en plenitud, las luces de los adornos navideños pueden ser más bien un reflejo de la Luz que se encendió con la encarnación de Dios.

En las celebraciones litúrgicas de estos días santos hemos vivido de modo misterioso pero real la entrada del Hijo de Dios en el mundo y nos ha iluminado una vez más la luz de su resplandor. Toda celebración es presencia actual del misterio de Cristo y en ella se prolonga la historia de la salvación. A propósito de la Navidad, el Papa san León Magno afirma: «Aunque ahora la sucesión de las acciones corpóreas haya pasado, como fue establecido anticipadamente en el designio eterno…, nosotros adoramos continuamente el mismo parto de la Virgen que produce nuestra salvación» (Sermón sobre la Navidad del Señor 29, 2), y precisa: «porque ese día no ha pasado de tal modo que haya pasado también el poder de la obra que se reveló entonces» (Sermón sobre la Epifanía 36, 1). Celebrar los acontecimientos de la encarnación del Hijo de Dios no es un simple recuerdo de hechos del pasado, sino que es hacer presentes los misterios portadores de salvación. En la liturgia, en la celebración de los sacramentos, esos misterios se hacen actuales y llegan a ser eficaces para nosotros, hoy. San León Magno afirma también: «Todo lo que el Hijo de Dios hizo y enseñó para reconciliar al mundo no lo conocemos sólo en el relato de acciones realizadas en el pasado, sino que estamos bajo el efecto del dinamismo de esas acciones presentes» (Sermón 52, 1).

En la Constitución sobre la sagrada liturgia, el concilio Vaticano II subraya que la obra de la salvación realizada por Cristo continúa en la Iglesia mediante la celebración de los santos misterios, gracias a la acción del Espíritu Santo. Ya en el Antiguo Testamento, en el camino hacia la plenitud de la fe, tenemos testimonios de que la presencia y la acción de Dios es mediada a través de los signos, por ejemplo, el del fuego (cf. Ex 3, 2 ss; 19, 18). Pero a partir de la encarnación sucede algo conmovedor: el régimen de contacto salvífico con Dios se transforma radicalmente y la carne se convierte en el instrumento de la salvación: «Verbum caro factum est», «el Verbo se hizo carne», escribe el evangelista san Juan, y un autor cristiano del siglo III, Tertuliano, afirma: «Caro salutis est cardo», «la carne es el quicio de la salvación» (De carnis resurrectione, 8, 3: pl 2, 806).

La Navidad ya es la primicia del «sacramentum-mysterium paschale», es decir, es el inicio del misterio central de la salvación, que culmina en la pasión, muerte y resurrección, porque Jesús comienza a ofrecerse a sí mismo por amor desde el primer instante de su existencia humana en el seno de la Virgen María. La noche de Navidad, por tanto, está profundamente vinculada a la gran vigilia nocturna de la Pascua, cuando la redención se realiza en el sacrificio glorioso del Señor muerto y resucitado. El belén mismo, como imagen de la encarnación del Verbo, a la luz del relato evangélico, ya alude a la Pascua y es interesante ver que en algunos iconos de la Navidad en la tradición oriental se representa al Niño Jesús envuelto en pañales y acostado en un pesebre que tiene la forma de un sepulcro; una alusión al momento en que lo descolgarán de la cruz, envuelto en una sábana, y lo pondrán en un sepulcro excavado en la roca (cf. Lc 2, 7; 23, 53). Encarnación y Pascua no están una al lado de la otra, sino que son dos puntos clave inseparables de la única fe en Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado y redentor. La cruz y la resurrección presuponen la encarnación. Sólo porque verdaderamente el Hijo, y en él Dios mismo, «bajó» y «se hizo carne», la muerte y la resurrección de Jesús son acontecimientos que nos resultan contemporáneos y nos atañen, nos arrancan de la muerte y nos abren a un futuro en el que esta «carne», la existencia terrena y transitoria, entrará en la eternidad de Dios. Desde esta perspectiva unitaria del Misterio de Cristo, la visita al belén orienta a la visita a la Eucaristía, donde encontramos presente de modo real a Cristo crucificado y resucitado, al Cristo vivo.

La celebración litúrgica de la Navidad, por tanto, no es sólo recuerdo, sino que es sobre todo misterio; no es sólo memoria, sino también presencia. Para captar el sentido de estos dos aspectos inseparables, es necesario vivir intensamente todo el tiempo de Navidad como la Iglesia lo presenta. Si lo consideramos en sentido lato, se extiende durante cuarenta días, del 25 de diciembre al 2 de febrero, de la celebración de la noche de Navidad a la Maternidad de María, a la Epifanía, al Bautismo de Jesús, a las bodas de Caná, a la Presentación en el templo, precisamente en analogía con el tiempo pascual, que forma una unidad de cincuenta días, hasta Pentecostés. La manifestación de Dios en la carne es el acontecimiento que ha revelado la Verdad en la historia. En efecto, la fecha del 25 de diciembre, vinculada a la idea de la manifestación solar —Dios que aparece como luz sin ocaso en el horizonte de la historia—, nos recuerda que no se trata sólo de una idea, la idea de que Dios es la plenitud de la luz, sino de una realidad para nosotros, los hombres, ya realizada y siempre actual: hoy, como entonces, Dios se revela en la carne, es decir, en el «cuerpo vivo» de la Iglesia peregrina en el tiempo, y en los sacramentos nos da hoy la salvación.

Los símbolos de las celebraciones navideñas, que nos recuerdan las lecturas y las oraciones, dan a la liturgia de este tiempo un sentido profundo de «epifanía» de Dios en su Cristo-Verbo encarnado, es decir, de «manifestación» que posee a su vez un significado escatológico, es decir, orienta a los tiempos últimos. Ya en el Adviento las dos venidas, la histórica y la venida al final de la historia, estaban directamente vinculadas; pero es de modo especial en la Epifanía y en el Bautismo de Jesús donde la manifestación mesiánica se celebra en la perspectiva de las esperas escatológicas: la consagración mesiánica de Jesús, Verbo encarnado, mediante la efusión del Espíritu Santo en forma visible, lleva a cumplimiento el tiempo de las promesas e inaugura los tiempos últimos.

Es preciso rescatar este tiempo navideño de un revestimiento demasiado moralista y sentimental. La celebración de la Navidad no nos propone sólo ejemplos a imitar, como la humildad y la pobreza del Señor, su benevolencia y amor a los hombres; sino que más bien es la invitación a dejarse transformar totalmente por Aquel que ha entrado en nuestra carne. San León Magno exclama: «El Hijo de Dios… se ha unido a nosotros y nos ha unido a él de tal modo que el rebajarse de Dios a la condición humana se convierte en un elevarse del hombre a las alturas de Dios» (Sermón sobre el Nacimiento del Señor 27, 2). La manifestación de Dios tiene como fin nuestra participación en la vida divina, la realización en nosotros del misterio de su encarnación. Ese misterio es el cumplimiento de la vocación del hombre. San León Magno explica también la importancia concreta y siempre actual para la vida cristiana del misterio de la Navidad: «Las palabras del Evangelio y de los profetas… inflaman nuestro espíritu y nos enseñan a comprender el nacimiento del Señor, este misterio del Verbo hecho carne, no tanto como un recuerdo de un acontecimiento pasado, cuanto como un hecho que tiene lugar ante nuestros ojos… Es como si se nos proclamara de nuevo en la solemnidad de hoy: “Les anuncio una gran alegría, que lo será para todo el pueblo: hoy, en la ciudad de David, les ha nacido un Salvador, que es el Cristo Señor”» (Sermón sobre el Nacimiento del Señor 29, 1). Y añade: «Reconoce, cristiano, tu dignidad, y, hecho partícipe de la naturaleza divina, cuida de no recaer, con una conducta indigna, de esa grandeza en la primitiva bajeza» (Sermón 1 sobre el Nacimiento del Señor, 3).

Queridos amigos, vivamos este tiempo de Navidad con intensidad: después de adorar al Hijo de Dios hecho hombre y recostado en un pesebre, estamos llamados a pasar al altar del sacrificio, donde Cristo, el Pan vivo bajado del cielo, se nos ofrece como verdadero alimento para la vida eterna. Y lo que hemos visto con nuestros ojos, en la mesa de la Palabra y del Pan de vida, lo que contemplamos y tocaron nuestras manos, o sea el Verbo hecho carne, anunciémoslo con alegría al mundo y testimoniémoslo generosamente con toda nuestra vida. Una vez más, de corazón les felicito por el año nuevo a todos ustedes y a sus seres queridos, y les deseo una feliz fiesta de la Epifanía.


Saludos

Saludo cordialmente a los fieles de lengua española aquí presentes. En particular, a los peregrinos de España, México, y de otros países latinoamericanos. Les exhorto a vivir con intensidad el misterio del nacimiento del Hijo de Dios, a anunciarlo con alegría al mundo, y dar testimonio de su amor con su vida. Asimismo, les renuevo de corazón mis mejores deseos para este Año Nuevo, así como una feliz fiesta de la Epifanía. Muchas gracias.

Benedicto XVI

Taller de Teatro

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La Epifanía


El término "epifanía" (del griego "epi" - "faneia") significa "manifestación", "darse a conocer".

Es una palabra que cuenta con un sentido más bien extenso, se refiere a toda revelación de lo sagrado (o de la divinidad) al género humano.

La Epifanía es una de las fiestas litúrgicas más antiguas, incluso más aún que la Navidad. Nacida en la Iglesia Oriental, parece que en Egipto y en Arabia ya se celebraba durante el "solsticio de invierno" (21 de diciembre), en el año 361.

Es cierto que Jesús se "dio a conocer" a diferentes personas y en diversos momentos, pero el mundo cristiano celebra como "epifanías" tres eventos esenciales:

1. La Epifanía de Jesús ante el mundo entero, plasmado en el pasaje de los Magos (Ver Mt 2, 1 - 12).
2. La Epifanía de Jesús ante el Bautista, en el río Jordán (Ver Mt 3, 13 - 17; Mc 1, 9 - 11; Lc 3, 21 - 22; Jn 1, 29 - 34).
3. La Epifanía de Jesús ante sus discípulos, al inicio de su vida pública, en las bodas de Caná (Jn 2, 1 - 12).

Poco a poco se fueron colocando a estas festividades en fechas aproximadas. Uno de los testimonios más antiguos con los que contamos es el de un autor desconocido. Textualmente anota:

"El Señor nació en el mes de enero, en el mismo día en el que celebramos la Epifanía; pues las fiestas de la Natividad y de la Epifanía se celebraban en un mismo día, porque en el mismo día Él nació y fue bautizado. La razón por la cual nuestros padres cambiaron la solemnidad celebrada el 6 de enero, y la transfirieron al 25 de diciembre se presenta a continuación: Era costumbre los paganos celebrar el nacimiento del Sol ("Sol invictus") en este mismo día, el 25 de diciembre, y en ese día ellos encendían luces para la fiesta. En estas solemnidades y festividades también participaban los cristianos. Por lo tanto, cuando los maestros observaron que los Cristianos se inclinaban a celebrar este festival, se reunieron en consejo y decidieron que se celebrara en esta fecha la verdadera fiesta del nacimiento, y el 6 de enero la fiesta de las Epifanías. Por lo tanto, simultáneamente, con este nombramiento prevaleció la costumbre de encender luces hasta el sexto día".

Sin embargo, una razón convincente para la fijación de una fecha especial es imposible de descubrir. La única que parece probable es la que ofrece Mons. Louis Duchesne (fallecido en Roma en 1922), quien explica simultáneamente la celebración del 6 de enero y del 25 de diciembre por un reconocimiento "hacia atrás" del 6 de abril (conmemoración de la Pascua), y del 25 de marzo (Solemnidad de la Anunciación), respectivamente.

Actualmente, se ha fijado como "Epifanía" la celebración del 6 de enero (o del domingo más cercano a esta fecha), recordando la manifestación de Jesús al mundo entero, plasmado en el evento de los Magos. El Calendario Litúrgico conmemora el Bautismo de Jesús (Epifanía ante el Bautista) al domingo siguiente. La "Epifanía de Jesús ante sus discípulos" (las "Bodas de Caná"), ya no se conmemora en una fecha especial (aunque este Evangelio - Jn 2 - suele leerse al domingo siguiente, completando las Epifanías).

LOS TRES SANTOS REYES MAGOS: MELCHOR, GASPAR Y BALTASAR

Todos hemos escuchado hablar de ellos... sin embargo, pocos saben que llamarlos así es algo arriesgado. Según los datos presentados en la Sagrada Escritura, de ellos ni se especifica número, ni santidad, ni realeza, ni oficio, ni conocemos sus nombres... El Evangelio de San Mateo es la única fuente bíblica con la que contamos para justificar esta celebración: Los doce primeros versículos de su segundo capítulo nos narran el evento.

¿Fueron tres?

Si bien en la Biblia se explica que fueron tres los regalos otorgados al Niño Jesús (oro, incienso y mirra), la primera referencia concreta respecto al número la da Orígenes, un conocido escritor de la Iglesia del siglo IV. En el siglo V, el Papa León I ("El Grande"), estableció oficialmente su número en tres para toda la cristiandad.

¿Fueron santos?

Aunque ahora los vemos y honramos en los altares, la Iglesia no ha hecho formalmente una canonización (celebración de entronización como reconocimiento de su santidad) de ninguno de ellos. Al tener tan pocos datos bíblicos de los mismos, no se pueden considerar suficientemente sus virtudes, ni presentarlas como ejemplo e imitación para los fieles.

¿Fueron reyes?

Es cierto, los regalos que presentaron son dignos de reyes. Sin embargo, la Biblia no nos dice nada más al respecto. Las alusiones a sus países de origen, sus cabalgaduras, y sus rangos de nobleza, fueron añadidos por la tradición posterior.

¿Fueron magos?

Al menos no como solemos entender hoy esta palabra. No fueron "prestidigitadores", ni se dedicaban a "predecir el futuro", o a "adivinar el destino de los hombres". Las traducciones más actuales de la Biblia prefieren llamarlos "sabios", entendiendo con este término "conocedores de Astronomía".

¿Y sus nombres?

A mediados del siglo VI, en un mosaico de la Iglesia de San Apolinar Nuovo, en Rávena, Italia, se les asignaron los nombres de "Melchor", "Gaspar", y "Baltazar". Según esta leyenda, y siguiendo la tradición, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se exhibe el llamado "Relicario de los Tres Reyes Magos".

Lejos de desanimarnos con estos datos, nos alegramos con esta celebración. Nuestra fe cristiana católica se nutre tanto de la Palabra de Dios como de la Tradición secular. El "pretexto" de regalar presentes a los niños en esta fecha queda más que justificado, si entendemos que el Regalo que Jesús ha venido a traernos con su nacimiento es... ¡Para compartirse!

Oración de Año Nuevo

El SEDEC de Guadalajara, junto a toda la familia humana, se regocija por haber concluido un año cargado de todo tipo de situaciones. También, se alegra por el año nuevo que inicia, y juntos pedimos al Señor que nos conceda todo lo que necesitamos para continuar nuestra misión:




De regreso...


Apreciables lectores de "sedecgdl.blogspot.com":

Con el favor de Dios, hemos iniciado un año nuevo, y con él hacemos extensivo, para todos ustedes, nuestros mejores deseos.

Retomamos el rumbo, solicitando, con la intercesión de la Santísima Virgen, Reina y Madre nuestra, todo lo que sea necesario para continuar nuestra misión a favor de la Evangelización y de la Catequesis.

¡FELIZ AÑO NUEVO 2011!